viernes, 14 de enero de 2011

Cualquier Instinto, pero instinto



Momento 7

Aquella mañana un soplo de aire fresco entró por la ventana, hacía frío, mis pies aparentaban estar congelados, mi sangre parecía quieta, inmóvil, fría, gélida e incluso tajante. Los dedos más pequeños de mis pies estaban quietos e inmóviles, no podían moverse y mis brazos trataban de arropar mi cuerpo en un vano intento de conseguirlo. Mis párpados estaban adheridos, y mis labios de un tono rosado. El despertador irrumpió el sonido de la brisa mañanera, descongelando todo aquel ambiente de paz, rompiendo con su chirriante sonido las placas de hielo formadas en mis sueños. Me costaba moverme, tenía frío, sueño y estaba cansada, me dolían las piernas, los brazos, la espalda, el cuello y toda aquella extremidad que pudiera contarse, la soledad que sentía era inmensa, había restos en la habitación de unas cuantas lágrimas y el mismo desastre que habitualmente rondaba mi habitación escondiendose por algún armario de vez en cuando. Estabas tumbado todavía en la habitación de al lado, enrredado entre sábanas blancas y grises, entrelazado formando parte de ellas, con tu espalda desnuda visible y tu pelo alborotado sobre la almohada. Me acerqué lentamente, con la mirada dormida, todavía, poco a poco me acerqué a la cama hasta sentarme. LLevaba una camiseta muy grande, que traía "Maybe forever, now or never" y te besé suave y dulcemente la espalda, posando mi nariz helada sobre ella, ese beso duró más que la noche completa. Te diste la vuelta con movimientos suaves y pausados y abriste muy lentamente tus maravillosos ojos verdes. Esbozaste lentamente una dulce sonrisa, eras perfecto. Quedé posada sobre tu torso desnudo, con mis manos apoyadas sobre él, estaba realmente frío, pero mutuamente nuestro frío no se podría calificar cómo tal. Tus manos estaban sobre mi cadera, sobre mi espalda y bajo la camiseta. Con mi dedo dibujaba sobre tu torso algo que ni siquiera podría definir, acariciaba lentamente aquella piel congelada. Entonces, me besaste la frente tiernamente, apotando tu nariz y tu barbilla también allí, cerraste los ojos y los volviste a abrir, deslumbrandome. " Gracias " me susurraste al oido, posando igualmente tus labios. "Gracias a tí, por ser tú" susurré a continuación, y nos besamos. Nos besamos todavía delicadamente, parecía que el tiempo se paraba para nosotros dos, que aquel momento no terminaría nunca, que las paredes guardarían el recuerdo, que nunca olvidaríamos esa noche, que te quería con locura y me dolía tu amor. Sin querer, solté una lágrima ahogada, que corrío rápidamente por mi mejilla para esfumarse , para no dejar huella y tu lo notaste y me besaste agresivamente. La euforia del momento hizo que la adrenalina que corría por mis venas inundase mis ojos de alegría, te miraba, y pensaba que no eras real que esto era un sueño que no podía haber una persona tan buena cómo tú porque eras un niño y a su vez mi chico, mi camello personal. Entonces, mi cabeza dejo de existir para dejar paso a los latidos fusilantes de mi pequeño corazón que por un momento fue tuyo también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario