martes, 15 de mayo de 2012

Decimosexta correspondencia - AP


Cuando se hace duro el anhelo, cuando la obligación de sentirme triste comenzó a tintar mis cartas, sus recuerdos.



Querido;

Siento la tardanza de esta carta, quizá me entretuve regando los girasoles que dejaste, o bueno, con cualquier otra labor que implique seguir manteniéndote vivo dentro de mí.

Esta vez, quería simplemente decirte que te echo de menos, que a pesar de que no llegues a leer esto, te extraño. No te echo de menos como algo que he dejado de hacer, ni te echo de menos como algo que ya no tengo, te echo de menos porque aunque sigas formando parte de mí, ya no estás.

Echo de menos tu sonrisa al levantarme, tus besos en la frente, o los abrazos cuando tengo frío, pero además de esas cosas que físicamente ya no puedo tener, me falta tu comprensión, cariño, lealtad, sinceridad, apoyo.... me faltas tú, aquí, conmigo.

Y quiero que sepas, que no he dejado de pensar en tí, ni siquiera mientras pinto o busco tu nombre uniendo las chapas de latas de refrescos, no he dejado de pensarte, porque siento que todavía estás aquí, que nunca te has ido del todo, y que has dejado un pedacito de tí conmigo para que no me sienta tan sola.

Te lo agradezco, pues sin ello, la sonrisa que me sale al pensar en tí no sería tan brillante. pero ¡basta!
No sólo has sido un buen compañero en este viaje, no sólo he vivido contigo los mejores momentos de mi vida, no sólo me has enseñado cómo vivir, no sólo me has contagiado tu felicidad o me has enseñado a cantarle a los problemas, no sólo has sido perfecto, has sido mucho más y soy completamente consciente de que jamás podré recompensarte.

Siento que te entristezcas al leer estas palabras, sé, de primera mano, que nunca es fácil despedirse y que conmigo siempre te ha costado, pero he comprendido, por primera vez sin tí, que ya no me puedes ayudar, que ya no me puedes dar la mano para que cruce, para que atraviese los obstáculos, y tampoco me puedes levantar cuando me caiga, ya no puedes ayudarme en esta vida mía, ya no puedes, porque te has ido.


Sólo pretendo desearte, de corazón, que le des lo mejor de tí mismo allá donde estés. Pero espero que jamás me olvides, porque se me hará más cuesta arriba, pensar que no te tengo y tu no quieres tenerme.


PD: Cuídate. No dejes que en tu nueva vida, la enfermedad, vuelva a alejarte de nuevo de más gente a la que quieres, no dejes que rompa todos tus sueños e ilusiones, trata de entender que nosotros sólo hemos tratado de devolverte la ayuda que nos has dado.
Y sobre todo, espero que cuando me vaya contigo me estés esperando, para enseñarme como es eso, para llenarme de vida de nuevo, y para dedicarme un poco de tus nuevos sueños.