martes, 23 de febrero de 2010

Ese beso terminó como mis malos hábitos. Cuando me quise dar cuenta, ya estaba enganchada hasta el fondo.- LLDSO





Aquel beso que casi sin querer me había regalado, resultó como una ráfaga de aire fresco y libre que entraba en mí.

Fué mucho más poético de lo que quería dejarse ver, entró en mi cuerpo suave, como un cosquilleo. Era como el anhelo de un deseo bien guardado.

Me recordó a una noche en la que sólo hubo oscuridad. Arropada por sentimientos, tan nuestros que podríamos haberles puesto nombre porque nadie se hubiera atrevido a negárnoslo.
Incierto, suyo, tímido, sofocante, mío, momentáneo...y rápido, demasiado.




Ese beso terminó como mis malos hábitos. Cuando me quise dar cuenta, ya estaba enganchada hasta el fondo.

Tanto fue, que en un abrir y cerrar de ojos llegó. No lo esperas, sientes todo y nada, pero sigues.
Empiezas a verlo a cámara lenta, tan lenta que la vida te pasa a su lado, y ni siquiera te das cuenta de cuánto te está consumiendo.

La realidad se puso en rebelión.

Siempre fuí la perdida y eso decidió, dejar que acabara de perderme y estamos todavía en el mismo sitio. Tragué saliva, sus manos estaban frías. Cerré fuertemente los ojos, no podía presenciarlo, ser consentidora de algo que tanto rehusaba.

Mi enajenación hizo que no pudiera sentir su respiración, ni siquiera la mía. Hasta que me sobrevino un suspiro ahogado, como si mi cuerpo tratase de enfrentarme a todo aquello.  
Notaba su mirada sobre mí, intimidándome y casi traspasándome. Ví cómo se abrían sus labios, como si estuviera frente a mi asesino quitando el seguro y preparado para apretar el gatillo, relamiéndose.

Esta vez era tan diferente... Esta vez sus labios no se acercaban a los míos, sólo decían que querían hablar conmigo.


Como un reencuentro con mi pasado.

No sé si fue el día mas frío del año, pero a mi me lo pareció. No estoy segura de si estaba preparada, pero todavía no paro de arrepentirme.

Su primera mirada fue lo suficientemente álgida como para parar un tren. En ese momento lo entendí todo, tan rápido como un soplo de verdad que me tiró al suelo. Sólo me basto algo tan banal para que la indecisión, mi perturbación, el miedo, la ansiedad o la impotencia irrumpiesen.

Tenía tanto miedo, que no controlaba bien los extremos.
La voz me temblaba, los pelos se me ponían de punta, y creo que el corazón se me iba parando. Me estaba agobiando ver como hablaba tan firme y seguro,como si llevase toda la vida preparado para esto.  Y me ví tan súmamente débil...

Todas esas palabras me sobrevenían a cámara lenta, pero con ansia. Miré al cielo, tratando de buscar la respuesta, ¿qué respuesta?, ni siquiera lo sabía.
Veía mover su lengua, tan acompasada, tan rápida y lenta. No podía concentrarme en escucharle, no podía en general.

No sentía la necesidad de escucharle una vez más, sólo sentía la necesidad de estar un poco más a su lado. Aprovechar el momento, siendo el último, o el primero.


Pero se paró el tiempo, y sentí que lo único que trataba de decirme era que me echaría de menos.


Posó un mano en mi cuello, rozando mi yugular, y acariciando mis labios. Lo último que le escuché decir fué: "lo siento".




sábado, 20 de febrero de 2010

La vida empezó, cuando empecé a hablar sobre mí haciéndome tercera persona.
A través de sus ojos
Espero que algún día suene su voz susurrándome al oído como aquel día. El día de su regreso.