martes, 5 de julio de 2011

Lo siguiente que recuerdo son el resto de dulces mentiras. Me encantan sus mentiras. - DM.3






















Él me lo dijo y nunca lo negó. 



La primera vez, me escaneó a la perfección. Observando cada uno de mis pequeños desastres.

Creo que quería ser la fiera preparada. 










Después de estudiar el terreno y su objetivo, después de obtener el título de depredador a la espera de práctica...Me miró. Lo siguiente que recuerdo son el resto de dulces mentiras. Me encantan sus mentiras. 

Empezó por mirarme, buscando que me acercara lentamente, sin prisa. Trató de ponerme la parte dulce de aquel amargo postre, trató de sacar lo dócil y ocultar el resto. Trató, simplemente, de enseñarme la mentira maquillada con verdades, la mentira que quería ver.

Cuando me acerqué para probar, mojé los labios, y abrí lentamente la boca. Entonces, me acercó el caramelo aun más a la boca, me dijo que no pasaba nada, que me acercara más, que era terreno libre de trampas, que era todo simple, solo había aquello, a lo que alcanzaba mi vista.
Me contaba algún pequeño detalle sin importancia, para que yo se la diera.
Me atraía hacia él, a su gusto.

Cuando desperté de toda aquella mentira del caramelo, estaba en esa habitación que apestaba a humedad... Había humo y su respiración. A ciegas, me adentré para verle contra la ventana, apoyado sobre el cristal, dándome la espalda. Lo único a lo que acertaba era a apoyar el cigarro sobre sus labios.
Se volvió, mirándome y con la última calada. Tiró el cigarro, exhalo el humo, y se quedó callado.
En aquel momento nada se movía, ni siquiera el segundero, el humo era lo único que se movía poco a poco, cada vez más lentamente, bajo la luz del sol, bajo aquellos pequeños rayos.

Buscábamos una respuesta en el otro, serios. No nos movíamos, callados, sólo con nuestra respiración y en aquella habitación tan fría. De pie.
Le miraba agresivamente, la respiración lenta, mi expresión completamente desafiante. Sentía que todo se movía menos nosotros. Sin quitar mis ojos de los suyos, sin moverme un centímetro... Simplemente respirando, simplemente sobreviviendo.
Empezaba a ponerme nerviosa su actitud, sentado, mirándome, como yo. Buscándome y desafiándome, pretendía quedarse una vida allí.
Creo que en ese momento empecé a sentir el desprecio de su mirada, la indiferencia que pretendía transmitir.

Estaba esperando mi explicación, esperaba que yo diera el paso... Pero estaba callada.
En aquel momento pensé en irme, que nada serviría, que era una pérdida de tiempo, y me enfadaba más por momentos.
No quería irme y perder mi orgullo, pero iba a gritarle de un momento a otro. Los dos esperábamos y ninguno hacía nada, era un punto muerto.Un espacio en blanco.

Me dí la vuelta, cerré los ojos y empecé a caminar, a correr tan rápido como mis piernas me lo permitieron. Empecé a llorar con los ojos entreabiertos, desapareció el sonido de mi alrededor, sólo mis pasos y mi respiración.

Mi orgullo por los suelos, mi miedo en las esquinas, la rabia confundida, dolor en mi pecho, agujetas, me pesaban los párpados, me dolía respirar, y sólo pensaba que era fuerte.

Era fuerte y eso nadie me lo podía quitar. Era fuerte y nadie me podía derrumbar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario